Bastet, la guardiana está sentada en su barcaza.
Observando el Nilo que fluye y pasa
los peces pueden guardar sus secretos a los seres humanos
que les pescan a la orilla del río
pero nadie puede tener un secreto a salvo de Bast.
Bastet, la apasionada yace en su lecho,
su garra levanta el terciopelo dorado de su mentón,
su pelaje es corto, su apetito es grande.
Su gusto por la magnificencia y el boato lo es más.
Cuán listo es el sacerdote que sigilosamente se acerca
con hierba de gato, o con una madeja y plumas para jugar.
Se ríe al ver a la diosa levantarse y correr,
y al hacerlo, le bendice al pasar.
Porque lo que más gusta a Bastet es divertirse.
Elizabeth Barrette
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